domingo, 15 de mayo de 2011

Memoria de los últimos tres años de la promoción 45, Acto de entrega de Becas y clausura de curso del Buen Aire.

Un año más, el Colegio se viste de gala para la imposición de becas. La generación 45, de la que nos sentimos orgullosas de pertenecer, recibe su reconocimiento a estos tres años de convivencia, risas, llantos, duras jornadas de estudio, celebraciones, fiestas… pero no es un año más, el curso 2010/ 2011 marcará un antes y un después en la historia del Buen Aire.
Hace ya tres años la incertidumbre de dónde e incluso qué íbamos a estudiar  nos impidió conciliar el sueño durante largas noches de reflexión. Actas, resultados y más nervios; decisiones estudiadas al detalle,  o a veces precipitadas…lo importante es que todas las que estamos aquí está tarde y otras muchas que se fueron de la Casa, pero no de nuestras vidas, acabamos uniéndonos a la vida del Buen Aire.
Parte hemos acabado aquí  por tradición, otras después de la minuciosa evaluación de todos los mayores y residencias sevillanas, pero una cantidad importante de las que estamos aquí, ha sido por simple casualidad.
Sin embargo, en el día de hoy nos damos cuenta de que poco importa el motivo por el que llegamos aquí. Lo importante son aquellos por los que seguimos en el Buen Aire. Lo increíble es que el destino nos puso aquí, quiso reunirnos  y damos gracias por ello.
Muchas personas han visto este colegio, el edificio y el parque, así como a la mayor parte de sus colegiales. No obstante no lo conocen, ignoran el espíritu que lo hace único e inigualable. Como dijo Saint-Exupéry: “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.  Nosotros, los que vivimos aquí, conocemos al detalle cada una de sus salas y sus entresijos, pero también las risas que inundan los pasillos y zonas comunes, cada nombre, cada historia, a las cocineras que nos miman, al espectacular equipo de limpieza, las sonrisas de la recepción, el amor de los jardineros por cada planta del recinto y el incansable humor y la tenacidad de nuestro equipo directivo. Quien no haya vivido aquí, solo puede formarse una vaga idea de lo que describo,  pero a los colegiales del Buen Aire se nos esboza una sonrisa sin apenas darnos cuenta.
Han pasado tres años desde que embarcamos en esta aventura,  y aun así parece que fue ayer cuando dejábamos nuestra casa, familia y amigos en busca de nuestro futuro.
Como resumir tres años de travesía en unos pocos minutos, los días de estudio interminables que acaban en risas incontenibles por muy serias que nos propongamos mantenernos. Las comidas de horas y horas en las que nadie pone el más mínimo interés en querer levantarse de la mesa. La preparación de fiestas y eventos colegiales en los que todas trabajamos unánimes y logramos, como pequeñas  hormigas al unirnos, grandes objetivos que nos enorgullecen.
Como transmitir el sentimiento que te va envolviendo a cada segundo que pasa  de que el Buen Aire no es un lugar en el que residir, es un Colegio Mayor, un hogar en el que hacemos vida.  Nosotras que dejamos tierra firme para pasar a formar parte de esta tripulación, tenemos ahora dos casas en las que los familiares y amigos forman un todo que nos define y nos ha convertido poco a poco en lo que somos.
En un día de esta envergadura nos acordamos constantemente de nuestros padres. A ellos que están en parte hoy aquí, gracias. Nos enseñasteis a asegurar los cabos atándolos con toda clase de nudos. Nos mostrasteis como disponer las velas para aprovechar el viento, sin importar su dirección, para avanzar en nuestro rumbo. Con vosotros aprendimos a descifrar las cartas de navegación y a guiarnos por el resplandor de las estrellas en la noche. Nos ilustrasteis en el arte de la navegación para luego ver cómo nos alejábamos sobre las aguas. Animar a un hijo a que emprenda un viaje así, dejarle marchar, no puede ser fácil. Vuestro sacrifico, vuestro trabajo y vuestro buen juicio han hecho posible que nosotras estemos teniendo esta maravillosa experiencia. Siempre incansables, esforzándoos por darnos lo mejor, conseguisteis hacer de nosotras jóvenes preparadas y dispuestas, ansiosas de lanzarse a las maravillosas aguas de la vida. Lo habéis conseguido: habéis logrado hacernos felices. Gracias una y mil veces. Ojala algún día tengamos el honor de llegar a ser tan excelentes maestros como vosotros.
Es imposible no acordarnos de las personas que han pasado por este mayor  y con las que convivimos gran parte del tiempo que aquí llevamos. Los almuerzos con María José y su papiroflexia, las canciones de María Cantarero, la búsqueda de cubiertos de Paca cual inspector Gadget, la avivada fe de Paquita y su afán por hacer limpiezas a fondo, la perpetua relajación de Amparo, la alegría de María Monge… estas son mujeres que marcaron nuestras vidas transmitiéndonos valores y haciéndonos crecer como personas. Esto también vale por todas las chicas que han pasado por aquí. Todas y cada una de ellas han aportado al Buen Aire lo que las hacia únicas. En este enorme buque nos hemos educado en el trabajo en equipo. Ha sido en el periodo que hemos compartido cuando hemos aplicado todo lo aprendido previamente y las debilidades de unas se superaban con el saber hacer de otras, complementándonos y ejerciendo por turnos el rol de alumno y profesor, ayudándonos a crecer como colegialas y como personas. Quizás nuestra convivencia no siempre fue un camino de rosas, como en todas las familias hubo y seguirá habiendo roces, pero al final lo que nos queda son los buenos recuerdos y mentiría si negara que nos habéis dejado una infinidad de ellos. Llegamos aquí con un bagaje de historias personales que tras estos años se han convertido irremediablemente en un sinfín de aventuras en las que compartimos protagonismo. Hemos escrito una historia conjunta, toda colegial sin excepción ha pasado a formar parte, por pequeña que sea, de la vida de las demás y eso nos hace grandes.
No podemos pasar por alto que hubo momentos duros. Días de llanto en los que nos sentimos perdidas y decepcionadas porque os fuisteis, vosotras, las que siempre estuvisteis aquí. El cielo se cubrió por una espesa nube negra, las brújulas dejaron de funcionar, los más experimentados abandonaron la nave. Estábamos perdidas. El pánico y la desorientación se apoderaron de nosotras. Cual  barco sin capitán envuelto en una aterradora tormenta, no supimos que hacer. Lloramos, peleamos, desesperamos, enloquecimos, pero nunca nos rendimos por mucho que se nos pasara por la mente abandonar. Cuando todo parecía abocado a un naufragio inminente y nos preparábamos para el final,  el mar entro en calma, Santa María del Buen Aire una vez más obro el milagro y guió a los navegantes a buen puerto.
Allí esperaba un equipo nuevo y entusiasta que no se dejo acobardar por la crudeza de nuestra situación. Decidieron hacerse cargo de una embarcación dañada, así como de sus exhaustos tripulantes. Compensaron  sus pocos conocimientos iníciales sobre nuestra empresa con dedicación y empeño. Nos escucharon atentamente, atendieron nuestras necesidades, encararon nuestros miedos y la desconfianza que se apodera de aquellos que han sentido como se derrumba el mundo bajo sus pies. Lentamente volvimos a empezar, comenzamos a sentirnos de nuevo a salvo, reconstruimos nuestro hogar. Se ganaron nuestra confianza a base de incesante esfuerzo y paciencia,  logrando formar parte indiscutible del Mayor. Notamos cambios, por supuesto, pero la vida fluye como el agua en el mar; nunca es exactamente la misma, sin embargo, su belleza se mantiene pese a la renovación inevitable de sus componentes. La normalidad no es más que lo que nuestra propia voluntad y compromiso aceptan que sea, por eso buscarla en el pasado carece de sentido. El nuevo equipo estaba dispuesto a trabajar en nuestra recuperación, entregándose en su totalidad para que volviésemos a ser lo que fuimos: un Colegio Mayor. Para regresar al mar a seguir navegando y creciendo.
La nave necesitaba grandes reparaciones. Pocos imaginaban la enorme cantidad de trabajo que supondría el restablecimiento para la nueva tripulación. Fue un camino arduo y espinoso que parecía no tener fin. No obstante, nunca perdimos la esperanza y con la ayuda de manos amigas, sin las cuales probablemente hoy no estaríamos disfrutando de este día, logramos aquello que parecía imposible: en enero izamos velas, dejamos el puerto y volvimos a surcar las olas. Pero algo había cambiado. Somos diferentes: más fuertes, más entusiastas, tenemos ilusión y la certeza de que aquello por lo que luchemos lo conseguiremos por inverosímil que pueda parecer. Pese a que pocos confiaron en nosotros, hemos demostrado que aunque seamos un número reducido, al unir nuestro esfuerzo, éste se incrementa alcanzando límites insospechados. Muchas quedaron atrás y no podemos reprochárselo, pero las que conseguimos resurgir juntas, notamos el fuerte lazo que une a quienes luchan por una causa común
Hoy nos llenamos de orgullo porque  pasamos a ser colegiales mayores. Nuestros años de trabajo incesante reciben su merecido reconocimiento. Somos la generación del cambio. De ahora en adelante seremos nosotras las que decidamos el rumbo que queremos seguir. Nos adentramos en aguas desconocidas y pese a saber que unidas superaremos cualquier adversidad, no podemos evitar estar nerviosas. Dentro de poco se unirán nuevos tripulantes, en su mayoría grumetes, y las pocas privilegiadas que seguiremos en la nave tendremos la enorme responsabilidad de transmitirles los valores y enseñanzas que hemos ido acumulando en estos años.
María Jesús: una alburquerqueña que lleva su tierra allá donde va, y es que ¿quién no la ha oído alguna vez hablar de su “Albur” querido? Su poblado, como ella le llama.
Todos hemos sido participes alguna vez de una de sus “pinky promise”. Ahora es tu turno. Nunca olvides la generosidad y bondad que te caracteriza.  ¡“Concho”! Serás una gran abogada.
                                                                 
Paula: su elevada altura solo es comparable a la grandeza de su persona. Amiga de ideas claras, que sabe aconsejar. Su ingenio, y su peculiar humor han conseguido sacar una sonrisa a todas las personas que han vivido en el Buen Aire. Gracias por aportar ese punto de locura y espontaneidad que toda familia necesita. Paula ¿Sabías que el kiwi es una enredadera?
Clara: Hace que te preguntes como puede caber un corazón tan enorme en apenas 1,65m. En su cuarto, es imposible encontrar cualquier cosa que no sea una amiga ejemplar. Tiene la bondad y la inocencia de una niña. Si vas a Gibraleon, hazte una foto con sus letras por favor!
Mari Cruz: arquitecta, amiga, compañera y activista del Buen Aire hasta la saciedad. Su entrega y dedicación le hacen conseguir todo lo que se propone. Dispuesta a ayudar a quien lo necesite en cualquier momento, aunque no le de la vida para más. Es de sobra sabido que en la 31 estará para escucharte y darte su apoyo.
Ana Caballero una almeriense con estilo hace en el buen aire una Cibeles permanente. Su personalidad es única, siempre mostrando su alegría y entusiasmo. A su lado cualquier momento es divertido. Gracias por ser así.
Alba Romero: qué decir, ¿dónde estás que no te veo?...Una gran amiga, compañera y confidente, siempre en tu particular línea. Todas notamos cuando estás por el Colegio con tu risa sincera, y te extrañamos cuando faltas.
Otras terminan aquí su travesía con nosotras y pasaran a ser embajadoras de nuestro Mayor allá dónde vayan, inundando sus destinos con nuestra filosofía de vida. Desplegando todo lo adquirido en el que ha sido durante años su hogar.
Ángela: la nota musical de nuestra Casa. Porque a buen entendedor, pocas palabras bastan. Tu sensatez y saber estar siempre han ayudado en situaciones complicas.
Arantxa: nos va a resultar extraño ver tu silla vacía al fondo de la biblioteca. Tu personalidad trabajadora es un ejemplo a seguir por cualquier estudiante universitario.
Nuestros caminos se separan, pero bien sabemos que nuestros corazones nunca lo harán. Un devenir incierto nos aguarda. Virgen del Buen Aire ¡no nos abandones!



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